Estos anaqueles estuvieron llenos de dulces y sonrisas para niños durante cerca de 45 años.
Sin embargo, a partir del pasado jueves, esos mismos estantes se encuentran totalmente vacíos.
Era el último día de la tienda de caramelos de Raúl, ubicada en la avenida B en el Lower East Side.
Originario de Humacao, Puerto Rico, el dueño mira con cansancio y satisfacción el fin del ciclo de su negocio.
"Me tengo que ir ya, tengo 75 años, es tiempo de descansar", comenta Raúl Santiago, propietario de la dulcería.
Por su parte, Millie Oliver, la esposa de Raúl Santiago, comentó respecto a sus sentimientos: "Un poquito de pena pero ya es tiempo".
Esta tienda de dulces atendió a niños de diferentes generaciones. Clientes que vinieron de pequeños han traido incluso a sus nietos.
Madelin compraba en esta tienda en los años 70, ahora trae a su nieto, quien con lágrimas disfruta sus últimas golosinas del local, que regaló lo que quedaba de mercancía.
"Cada vez que pasa un niño está: mamá van a cerrar la candy store. Somos muchos los que estamos en pena porque él va a cerrar su tienda", explica esta clienta.
Este negocio abrió sus puertas en 1974 a unos metros de distancia de su ubicación actual.
Raúl siempre ha tenido un cariño al ver la sonrisa en los niños cada que les daba dulces, pues era una forma de recordar a su primer hijo, fallecido en un incendio.
"El más chiquito de mi casa, que fue el que Dios me quitó cuando hubo el fuego que murió. Y de ahí pa'ca sólo para trabajar con nene", detalla Santiago.
Raúl guarda todos los recibos de renta pagados. En sus cuatro décadas de existencia vio subir el costo del alquiler de $100 dólares hasta los $2,400 que pagó en enero.
Sin embargo, esta dulcería nunca dejó de vender dulces por centavos.
De acuerdo con Carlos Hernández, hijo de Raúl: "Esto es más para los muchachos. No lo ves ahora, pero aquí había máquinas de pinball, video y todo antes, los muchahos de la escuela venían, jugaban y se quedaban".
Para los vecinos el hueco que dejará el negocio es irreparable: "Llevo 45 viniendo a la tienda de Raúl; me va a hacer mucha falta".
Y aunque la puerta del local se cierra para siempre, Raúl siempre será parte de la comunidad.