Cada cinta adhesiva no es solo una guía, es el plano de algo audaz.

Colocada con precisión, cada tira da forma a un diseño completamente original.

Es parte del proceso de Alejandro “Chino” Vega, su estilo único en cada lowrider que pinta.

 

 

“Es todo cosas que tienes en tu cabeza y es como empieza a crear todo y la idea de hacer eso para mí es para ser único, para ser diferente”, dice.

Es la precisión y su obsesión con el detalle lo que ha convertido a Vega en una leyenda dentro del mundo del lowriding, el arte de modificar autos clásicos para que tengan una altura muy baja y sean capaces de "saltar".

La sorpresa al hablar con Chino es que ha creado algunos de los lowriders más reconocidos del medio.

Alejandro es un constructor de pocas palabras que le atribuye más a la suerte que al talento, y siempre mantiene el enfoque en el oficio, no en sí mismo.

Cuando vino de Jalisco, México a los 16 años, nunca había visto un lowrider. Hasta que vio el primero en la ciudad de Pacoima.

“Y me acuerdo que estaba sentado afuera y pasó un señor con un Cadillac Candy apple red. Se llamaba Tito y me acuerdo qué pasó por ahí, es una de esas cosas que tú miras y es bien diferente era bien diferente no era el carro caro no era el carro exótico era diferente”, recuerda.

Hoy, las creaciones de Vega no solo circulan por los bulevares, también están en exhibición en el Petersen Automotive Museum como parte de la nueva muestra de lowriders llamado: Best in Low.

Una exposición que presenta el trabajo de entusiastas del lowriding de todo el mundo.

Denise Sandoval, profesora de Estudios Chicanos en Cal State Northridge, colaboró con Vega para dar forma a la exhibición.

Sandoval dice que las comunidades afroamericanas y chicanas en Los Ángeles, los carros se convirtieron en un lenguaje, una forma de contar nuestra historia americana. Es cómo nos expresamos, cómo construimos comunidad.”

El Petersen destacó por primera vez a los lowriders en el año 2000, pero esta es su exposición más extensa hasta la fecha, enfocándoselas en la artesanía, el arte y el alma detrás de cada construcción.

Este carro fue traído desde Japón.

Para Vega, quien lleva creando lowriders desde los años 90, este momento, ver su trabajo en un museo de clase mundial, significa más que reconocimiento.

Es un reflejo de hasta dónde ha llegado la cultura, y lo lejos que él aún quiere llevarla.

 

 

Y espera que sirva como inspiración a las personas que van a la exhibición.

“Ojalá que cuando miren esto que miren que todos podemos no es una cosa que digas tú esto me lo dio mi abuelito, no, todos podemos hacerl. Si nos ponemos con las ganas de ser algo lo vamos hacer.” 

Para Vega, construir lowriders no es un trabajo. Ni siquiera es solo una pasión.

Es vida, sobre cuatro ruedas, con cromo que cuenta historias y pintura que habla sin decir una sola palabra.

 

Lydia Pantazes García, Spectrum Noticias, Los Ángeles.

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