SAN JOSÉ — Violeta Chamorro, una sencilla ama de casa precipitada a la política de Nicaragua por el asesinato de su marido y que asombró al mundo al derrocar al gobernante partido Sandinista en las elecciones presidenciales y poner fin a la guerra civil en su país, falleció el sábado, informó su familia. Tenía 95 años.

“Doña Violeta falleció en paz, rodeada del cariño y el amor de sus hijos y de las personas que le brindaron un cuidado extraordinario y ahora se encuentra en la paz del Señor”, indicó el comunicado divulgado por uno de los hijos de la exmandataria, Carlos F. Chamorro, en su cuenta de X.

Indicó que la expresidenta murió en la capital costarricense después de padecer una larga enfermedad.

“Una gran mujer ha partido”, señaló el expresidente de Costa Rica y Premio Nobel de la Paz, Óscar Arias. “Una mujer a la que la historia le encargó reconciliar a su pueblo y llevar a cabo las reformas institucionales que necesitaba”. 

Chamorro admitió en su momento que no tenía otras ambiciones que criar a sus cuatro hijos cuando en enero de 1978 —mientras estaba en Miami buscando un vestido de novia para una de sus hijas— recibió la noticia de que su marido Pedro Joaquín Chamorro, un reconocido periodista y opositor al régimen de Anastasio Somoza, había sido muerto a balazos en una calle de Managua.

 

Se lanza al ruedo político

Aunque varios individuos fueron acusados y condenados por su participación en el asesinato, el caso estuvo marcado por controversias y acusaciones de encubrimiento. 

Ese suceso fue crucial para que Chamorro se lanzara al ruedo político y, en las elecciones presidenciales de 1990, derrotara en las urnas al entonces gobernante Daniel Ortega, quien llegó al poder tras la Revolución Sandinista que derrocó a Somoza.

Chamorro apenas estaba preparada para la función pública. La hija mayor de una familia de hacendados, nacida el 18 de octubre de 1929, fue enviada a Estados Unidos para completar su educación. Pero tras la muerte de su padre en 1948 regresó a la casa familiar en la ciudad sureña de Rivas y se casó con Pedro Joaquín Chamorro, editor del diario La Prensa.

Después del asesinato de su marido, Chamorro se hizo cargo del rotativo y fue incorporada a la junta de gobierno de reconstrucción que reemplazó a Somoza.

Pero renunció a la junta después de nueve meses a medida que los sandinistas iban constituyendo un gobierno socialista alineado con Cuba y la entonces Unión Soviética, y enfrentado en la Guerra Fría con Estados Unidos.

La Prensa se constituyó en una enérgica voz antisandinista y fue objeto del hostigamiento de los partidarios del gobierno, que acusaron al periódico de contribuir a los esfuerzos de Estados Unidos —junto con los rebeldes financiados por Washington denominados “contras” por los sandinistas— por socavar el régimen izquierdista.

Más adelante Chamorro recordó lo que consideró la traición de los sandinistas a los principios democráticos de su marido y a su propia fe en la revolución contra Somoza.

“No estoy elogiando al gobierno de Somoza; era horrible, pero las amenazas que he recibido de los sandinistas... Nunca pensé que me pagarían de esa manera”, afirmó Chamorro, quien vio a su propia familia dividida por la política.

 

La economía de Nicaragua por el suelo

Para 1990 Nicaragua estaba en la ruina, con una economía destrozada por un embargo comercial estadounidense, la mala gestión sandinista y la guerra. Unas 30.000 personas habían muerto en la lucha entre los “contras” y los sandinistas.

Una coalición de 14 partidos opositores postuló a una reacia Chamorro como candidata presidencial en las elecciones convocadas para febrero de ese año. Pero pocos le asignaban muchas probabilidades frente al presidente en funciones, Daniel Ortega.

Aún meses después de iniciada la campaña, cometía equivocaciones. Y debido a la osteoporosis, una enfermedad que debilita los huesos, se fracturó una rodilla al caerse en su casa y pasó buena parte de la campaña en silla de ruedas.

Sin embargo, con su figura elegante, su cabello plateado y vestida casi exclusivamente de blanco, logró que muchos nicaragüenses cansados de la guerra y las dificultades se identificaran con ella. Su imagen maternal, sumada a promesas de reconciliación y el fin de la conscripción militar, contrastaban con la retórica revolucionaria de Ortega.

“Traigo la enseña del amor”, dijo entonces en un acto poco antes de la elección. “El odio sólo nos ha traído guerra y hambre. Con amor vendrán la paz y el progreso”.

Y sorprendió a los sandinistas y al mundo cuando ganó las elecciones por amplio margen, en un triunfo que ostentó como el logro de la visión de su marido fallecido.

Washington elogió su victoria y canceló las sanciones comerciales a Nicaragua, prometiendo ayuda para reconstruir la economía nacional en ruinas. Para junio, los 19.000 efectivos “contras” habían sido desarmados, al fin de una guerra de ocho años.

Pero Chamorro, conocida como doña Violeta, tuvo poco más que celebrar en sus primeros meses en el cargo.

 

 “La piñata” sandinista

Casi al principio, inició un proceso de triple transición con el apoyo de la Comunidad Internacional: “Transitamos de la guerra a la paz, del totalitarismo estado-ejército-partido a la democracia y de una economía centralizada a una de libre mercado”, dijo.

En los dos meses entre los comicios y su asunción, los sandinistas saquearon el gobierno, se apropiaron de propiedades y entregaron a sus partidarios casas y vehículos gubernamentales en lo que se conoció popularmente como “la piñata”.

La situación económica encontrada por Chamorro era un caos: el producto interno bruto había retrocedido al de los años 40, la hiperinflación ascendía hasta 7,000 %, una agobiante deuda externa de 11,000 millones de dólares, el déficit del sector público era del 45%, las exportaciones reducidas en un 50% con respecto al año 1980 y un incremento del desempleo y la pobreza del 70%.

Sus planes para reanimar la economía moribunda con reformas de libre mercado enfrentaron la enérgica oposición de los sandinistas, que controlaban la mayoría de las organizaciones laborales.

Los nicaragüenses esperaban que la elección de Chamorro restableciera rápidamente la estabilidad, pero el término de un año algunos “contras” habían vuelto a tomar las armas, aduciendo que eran perseguidos por las fuerzas de seguridad todavía controladas en gran parte por los sandinistas.

Pocos inversionistas estaban dispuestos a arriesgar en el país empobrecido con una fuerza laboral inestable controlada por sindicatos sandinistas, mientras que los voluntarios extranjeros que habían estado dispuestos a cortar café y algodón en apoyo de los sandinistas se habían ido de Nicaragua.

Al final de su gobierno a principios de 1997, el desempleo rondaba el 50%, mientras arreciaban el delito, el abuso de drogas y la prostitución, prácticamente inexistente durante los años sandinistas.

Pero aunque no pudo erradicar la pobreza extrema, sirvió su término completo, casi siete años, y entregó el mando a otro civil electo, el derechista Arnoldo Alemán, quien también derrotó a Daniel Ortega.

Ortega se repuso de sus derrotas al triunfar en las elecciones del 2006 y desde entonces fue reelegido en 2011, 2016 y 2021. En esta última elección, más de 50 países, entre ellos de la Unión Europea y Estados Unidos, desconocieron la legitimidad de los comicios argumentando que siete aspirantes a la presidencia fueron encarcelados entre junio y octubre de ese año.


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